Mimo el mimoso olisqueaba entre la maleza el rastro de olor que expedimos los humanos al morir, su dueño no andaba muy lejos y estaba anocheciendo. La búsqueda continuaría al día siguiente por el perro más indicado para encontrar a esa persona. Durante el día no descansaba y solo tenía permitido comer tres veces. Aunque pareciese mentira era el único más interesado de todos los que estaban allí que quería encontrar a esa persona. Para reconfortarse a su lado, aunque ya no estuviera allí. Tan sólo volver a sentarse pegado a él y quedarse así como tanto tiempo ocupara el resto de su vida, no volvería a separarse de él. Eso es, quizás si se quedaba allí sentado, su dueño de alguna forma volvería, y otra vez retomarían los largos paseos, su comida preferida de los lunes, sus caricias en el pelaje, y los juegos con la cuerda. Si no hubiera sido porque aquella tarde salí despedido persiguiendo una paloma como alma que lleva el diablo, no me hubiese separado de él y no le habría ocurrido aquello. Me encontraron casi una semana después desnutrido y con el cuello sucio, un amigo de mi dueño me identificó al verme y dijo que el perro era suyo. Asustado me comporté como más dócil sabía y me uní sin saberlo al equipo de búsqueda de mi dueño. Por lo visto, quien lo mandó al otro barrio confesó en la comisaría que había acabado con la vida de un varón alto de unos 45 años, pero después reculó y no quiso decir donde se encontraba el cuerpo, y sin cuerpo, no hay delito. Asi que hasta aquí sé de la persona más importante de mi vida. Una mañana, uno de mis sabuesos compañeros confirmó lo que era de esperar. Encontraron el cuerpo en un rincón del parque cerca de un pantano boca abajo y de aspecto cenizo. Por los días que lleva allí sólo podía tratarse de él. Me dejaron acercarme para ver mi reacción y cerciorarse de que era mi dueño, así que me acerqué e hice lo que se me daba bien, mover el rabo y tumbarme de costado para que me rascara la panza, pero no hubo respuesta. Ahora el amigo de mi dueño me cuida y me deja acostarme todo el tiempo que pueda cerca de donde descansa mi dueño, de quien nunca me olvidaré.
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