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Por Amalthus7212
Hace 2 años / Respuestas: 0 / Lecturas: 17

Cantar de vendavales y truenos

La ciudad de Allisdeigh, situada casi en el centro del Imperio Urkham, es un enclave comercial, productor y turístico muy importante. En esta ciudad de altas torres y magníficas plazas reina el bullicio a cualquier hora del día. Los mercados rebosan de productos agrícolas provenientes de los campos cercanos, la soldadesca está de permiso y se agrupa en los bares y tabernas de la ciudad, las tiendas de artículos de todo tipo atraen curiosos de todos los rincones del mundo conocido, pues esta es una ciudad de paso en toda ruta comercial importante. Y los magos del imperio, tanto estudiantes como profesionales, disfrutan de los privilegios especiales que les concede el gobierno de la ciudad, no en vano esta estaba actualmente gobernada por los Grissom, una de las dinastías de magos más importantes e influyentes en el Imperio.

El sol radiaba en el cielo, despejado de toda nube. Hacía un día magnífico para pasear por las anchas calles principales y disfrutar del ambiente, mas cierta dama que nosotros conocemos se hallaba en este lugar de paso. Lin se turnaba con otros artistas callejeros para amenizar el ambiente de la ciudad y así no interferir con las ganancias de todos, aunque su condición de errante le permitía en gran medida eludir esa traba impuesta por la pequeña mafia de trobadores, juerguistas, juglares, actores y algún que otro estafador de apuestas callejeras. Organizaciones clandestinas que tenían sus propias normas en cada ciudad del Imperio, mas eso es harina de otro costal. A Lin no le preocupaba lo que le pudieran llegar a hacer, de sobras podría manejarse con un par de matones mal pagados y un malabarista cabreado, sin embargo eso la podría marcar negativamente. Las noticias vuelan, y con ellas su tranquilidad se iría con el viento, así que le tocaría establecer turnos como todos los demás, aunque se librara de pagar.

La plaza que había escogido para actuar era de las más amplias, una de las principales. Su disposición circular le daba visibilidad a los establecimientos cercanos, que eran alguna que otra taberna y varias tiendas de útiles, una armería, una tienda de pociones e incluso una posada. Entre todos ellos destacaba un edificio que, por su apariencia, gritaba "¡funcionariado!". Estaba coronada en su centro por una enorme fuente que lanzaba chorros de agua en parábolas ascendentes para caer en una base repleta de agua y monedas. Ah, las supersticiones de la gente. Al menos podrían dárselas a algún artista callejero en lugar de que el gobierno recibiera un extra a los impuestos que ya pagaban los ciudadanos. De todos modos ella se ganaba bien la vida, como siempre actuaba de aldea en aldea, en ciudades pequeñas y de vez en cuando, si le surgía alguna necesidad únicamente aplacable en una gran ciudad, también tocaba en alguna. En este caso Allisdeigh solo era un lugar de paso más, quizá se quedaría un par de días a lo sumo para descansar, pues, además de cantar y tocar música, solía atender a enfermos y heridos usando sus conocimientos y magia sanadora. En algunas aldeas se había ganado una muy buena fama por ello, pues si cobraba por sus servicios aún les salía más barato a los aldeanos que contratar a un médico en caso de dolencias desconocidas o de difícil tratamiento, y ellos estaban encantados de hospedarla a cambio.

Tras elegir un lugar estratégico (lo suficientemente lejos de la fuente para que el ruido del agua no acallara su actuación y a la vista de los guardias de la puerta del edificio del gobierno para cubrirse rápidamente en caso de altercado público), Lin sacó el koto de su bolsa y tras afinarlo debidamente empezó a tocar una dulce melodía. Terminados los primeros compases se puso a cantar, su voz resonaba suavemente por toda la plaza y los curiosos se acercaban. Empezaban a caer las primeras monedas, y cuando hubo terminado el público aplaudió. Decidió aprovechar el tirón de su primera actuación y tocar una melodía con su flauta para luego terminar danzando. Cuando se concentraba en actuar disfrutaba de lo lindo, y el tiempo se le pasó volando. Ya entrada la tarde estaba exhausta y decidió parar. Agradeció a los espectadores por su asistencia y recogió sus ganancias, un buen pellizco. Quizás dormiría en una posada decente aquella noche, no estaría mal dormir sin tener que estar en guardia constantemente.

Mientras terminaba de recoger se acercó un hombre. Aparentaba unos 40 años, pelo castaño y unos ojos marrones que la miraban inquisitivamente. Su barba poblada le daba un aspecto extrañamente siniestro, aunque vistiera como un noble, sin duda tenía aspecto de funcionario. Cuando se le acercó más se fijó en la medalla que colgaba de la toga, era un juez.
[b]-Veo que tenemos a una agradable artista entre nosotros. Sin duda tienes talento chica.[/b]
Lin respondió con elegancia. [b]-Gracias señor, he practicado mucho para ello.[/b]
[b]-Sin duda se nota. Tengo una propuesta, ¿te interesaría venir esta noche a actuar en mi casa? Hacía tiempo que no veía a una artista como tú y me gustaría conocerte más a fondo.[/b]
El trato le daba mala espina a Lin, ese lenguaje tan informal no encajaba con su tono. Ya había recibido ofertas así antes pero las había rechazado todas, no se fiaba de la nobleza ni del funcionariado, pues corrían rumores de que a ciertas artistas callejeras se les había propuesto lo mismo y ya no se las había vuelto a ver jamás. La propaganda imperial decía que eran una meritocracia, que los nobles daban ejemplo. Ja! Simples patrañas, el emperador ya no tiene tanto poder como antaño, y encima apenas es un niño. 
[b]-Agradezco su oferta, pero me temo que no puedo aceptarla, me esperan en otra parte. -[/b]Dijo Lin apresuradamente mientras se iba. 

Cuando se hubo alejado lo suficiente se dio cuenta del hambre y sed que tenía. Era hora de sacarle un poco de rendimiento a sus ganancias, así que vagó por las calles buscando algún lugar con una sopa decente. Era la mejor opción para calmar su garganta y su estómago a la vez, así que buscó una taberna decente lejos de donde aquél tipo sospechoso pudiera acecharla. Encontró una en la que servían de una enorme olla a la vista de todos. Había bastante gente, "si hay cola será por algo" pensó, así que esperó y pagó un tazón. Era un caldo de carne y verduras, aunque no tenía nada sólido, por lo que compró un panecillo para acompañarlo. El tazón era bastante grande y la sopa ardía, así que se estuvo un buen rato para terminar. Para cuando se dio cuenta ya atardecía, con lo que decidió que ya había descansado suficiente y que tocaba buscar una posada en condiciones. Salió de la taberna y se puso a ello, aunque tras un par de calles de repente dos soldados imperiales le cerraron el paso.
[b]-Disculpen, solo quiero encontrar un lugar para pasar la noche...[/b]
[b]-Debiste aceptar mi oferta entonces.-[/b] Dijo una voz a sus espaldas. Apareció el tipo sospechoso con el mismo atuendo y la misma insignia, y aún más cara de baboso, aunque eso último ya era impresión suya.
[b]-Le ruego me disculpe señor, pero creo recordar haberme negado en rotundo. Si mi respuesta no es de su agrado gritaré lo más fuerte que pueda.-[/b] Esperaba que la carta de la dama en apuros funcionase.
El juez se aclaró la garganta y cambió a un tono más conciliador. [b]-Me temo que me ha confundido con otro señorita. Usted es una peligrosa fugitiva y yo le ofrecí un trato para que confesase sus crímenes a cambio de una pena menor, sin embargo ha abusado de mi bondad y de mi deber hacia la justicia escapando de los calabozos del juzgado.-[/b] El juez soltó una mueca burlona. [b]-Por lo tanto debo volver a encerrarla de inmediato para un interrogatorio a fondo, incluso había tomado medidas especiales, pues es usted una dama muy peligrosa, pero veo que no importa. Encontrarla ha sido fácil, ahora nos va a acompañar a...-[/b]

Lin no le dejó terminar. Con un movimiento de su mano creó una corriente ascendente y se impulsó saltando de pared a pared. En unos segundos estaba en los tejados de la ciudad. En aquella zona los edificios tendrían alrededor de 6 o 7 pisos, se escondió tras un saliente y escuchó los gritos enfurecidos del juez: [b]-¡Encontradla! ¡Me da igual lo que hagáis, levantad hasta la última piedra de esta ciudad si hace falta, pero traédmela ipso facto!-[/b] Buen intento, pero no lo suficiente. Seguramente la buscarían por los tejados, así que hizo lo más lógico, bajar a tierra firme. Los barrios más nocturnos de la ciudad no estaban lejos, si lograba llegar y mezclarse entre el gentío seguramente daría con una salida, la que fuera. Un carro marchándose, una puerta poco vigilada,... Corría mirando siempre hacia dónde iba, y procuraba escuchar al viento. Al más mínimo ruido de pasos se ocultaba, de ese modo logró llegar hasta una plaza abarrotada de gente. Las tabernas de alrededor estaban llenas y el olor a diversos alcoholes impregnaba el ambiente. El lugar perfecto para pasar desapercibida con su capucha, aunque al ser blanca llamaría la atención. Decidió ensuciarla con algo de tierra que rascó del suelo, no era el camuflaje perfecto pero serviría.

Se mezcló entre la gente como buenamente pudo, hasta se tiró parte del líquido de una botella de licor que le quitó a un borracho inconsciente del suelo. Con lo pulcra que era con su higiene pensó al instante en su maestro, estaría orgulloso de sus acciones, no le cabía la menor duda. Le dio un trago a esa misma botella, la ayudaría a poner su voz ronca y se mezclaría con alguna de las procesiones de borrachos cantarines que se encontraban cerca si veía soldados fisgoneando. Parecía que todo iba según el plan, hasta que empezaron a sonar las campanas. Retumbaban los picares y cundió el pánico, las campanas doblaban a alarma y los soldados empezaron a aparecer por decenas. "¡Maldita sea!" pensó. El cuento de los cargos falsos había funcionado y ahora ese baboso tenía a sus órdenes a toda la guarnición militar de la ciudad, tendría que ir con muchísimo más cuidado. Sin embargo lejos de acobardarse optó por seguir adelante, los edificios más altos del lugar tenían 4 pisos, y escaseaban, la gran mayoría eran de 2 o 1, 3 en algunos casos. No pasaría muy desapercibida si escogía esa vía, así que no tenía otra opción que abrirse paso a codazos y disimular cuando pasaran los soldados. Más adelante en el camino varios de ellos estaban parando a la gente que avanzaba en marabunta fusil o lanza en mano, incluso pudo ver que habían apostado tiradores en las zonas más iluminadas, ¿qué diablos les había contado ese hombre a los soldados? 

Ya faltaba poco para salir de la zona concurrida, solo debía avanzar una calle más. La noche ya era negra y la luna se veía brillante en el cielo estrellado, reconoció varias constelaciones, lo que la llevó a un momento de calma. Suspiró profundamente y prosiguió hasta llegar a una pequeña plazoleta circular iluminada que vio a través de una calle sin vigilancia (¿Qué fetiche tenían en Allisdeigh con las plazas circulares?). 
[b]-Alto ahí.-[/b] Una voz femenina con tono autoritario salió de la nada desde atrás. Lin se giró y se encontró de bruces con una escena que le helaría la sangre: decenas de soldados habían tomado el perímetro y parecían liderados por la mujer que le habló. Alta, de piel clara y con un cabello blanco ondulado a medio recoger en una cola larga. Sus cejas finas del mismo color resaltaban el brillo de sus ojos dorados, que hacían su cara aún más atractiva. Vestía lo que parecía ser un abrigo azul largo, aunque al fijarse más era claramente la parte superior de un uniforme militar, detalle que Lin confirmó cuando pudo ver las medallas que portaba, y una en concreto más grande que el resto la marcaba como Inquisidora Especial. Sin embargo lo curioso de la vestimenta de la mujer eran sus medias negras. Las medias eran una prenda de moda entre las mujeres de clase media y alta, sin embargo a Lin nunca le gustaron, eran demasiado delicadas y definitivamente no aptas para el combate. Dejando ese detalle su calzado sí era apto, unas botas azules de aspecto recio y tobillera alta, ideales para dar patadas sin exponer la pierna en demasía a un golpe directo del enemigo. También llevaba una especie de rodilleras metálicas. Sus cuerpos eran parecidos, casi diría que tenían las mismas proporciones en cuanto a figura, lo que la delataba como guerrera curtida.  Definitivamente esa mujer era un misterio, Lin había podido identificar un posible estilo de combate, aunque se descuadró del todo cuando la mujer se llevó una mano a su espalda y sacó un hacha de mano de doble filo con un mango extensible. 

La mujer dio la orden de ataque a los soldados. ¿De verdad se supone que iban a llevarla presa? Porque por la actitud de estos no lo parecía, los tiradores apuntaban a matar, y los lanceros se abalanzaban sobre ella. Esquivó todos los ataques, algunos por los pelos. Tendría que abandonar su plan de salir sin heridos, y porqué no, sin muertos. Cogió espacio separando sus pies, alzó y movió rítmicamente sus manos e hizo su magia, el viento era su más fiel aliado y así lo demostró. Con un solo movimiento de mano una potente corriente de aire mandó a los lanceros directos contra la pared. Los tiradores se apresuraron a disparar, pero eran lentos en la recarga, simplemente saltó para esquivarles. Notó alteraciones en sus corrientes y vio a varios soldados con máscaras que les cubrían la cabeza. Había oído hablar de ellos, los famosos hiperbáricos, magos imperiales que controlan el viento y se sirven de la presión del aire para hacer que sus enemigos pierdan el conocimiento. Pobres ilusos, en Sigatar esa era una técnica de viento para novatos, todo mago de viento que se precie sabe resistir ese truco, y Lin no era la excepción. Desenfundó sus chakkra y empezó a girar en el centro mismo de la plaza creando un tornado en forma de pilar, luego concentró todo ese viento a su alrededor y lo hizo explotar lanzando a todo contendiente a una vertiginosa excursión aérea. Los hiperbáricos no se levantaron. Quedaba pues un único problema que solucionar, que seguramente eran las "medidas especiales".

Rosalinda no podía creer lo que veía. No sabía quién era esa mujer, jamás había visto a alguien con semejantes habilidades de control del viento. Una cosa estaba clara: ahí había gato encerrado. Esos rasgos pertenecían claramente a un criminal de clase S, y estos no eran juzgados por jueces convencionales ni mucho menos encerrados en los calabozos de un juzgado. No, para contenerla hubieran necesitado a un oficial del mismo rango o superior, por lo menos a otro Inquisidor Especial si es que no a un general y al correspondiente sinnúmero de tropas, y Rosalinda no tenía registro alguno que dejara constancia de ello. Sin embargo no estaba ciega, era un peligro a evitar, ¿pero cómo? 
[b]-¿Quién eres?-[/b] Preguntó Rosalinda.
[b]-No malgastes palabras. Mi nombre es Zhughe-Lin.[/b]
[b]-Tú tampoco, me llamo Rosalinda Würm, y estoy aquí para ponerle fin al peligro que representas para el Imperio.[/b]
Rosalinda no escatimó en esfuerzos. Canalizó su poder y fue con todo, comenzó a lanzarle Parallax para luego seguir con ataques de mayor potencia. Lin esquivó y contraatacó lanzando cuchillas de viento. La inquisidora sacó su hacha e imbuyó su filo en su propio rayo, comenzó a tratar de golpearla, si no directamente con las descargas filosas que soltaba su hacha imbuida. Lin sabía que sus chakkras no tenían oportunidad contra semejante monstruosidad, sin embargo ella tenía el viento. Convocó un vendaval que hizo que Rosalinda retrocediera, pero ella contraatacó rápidamente. Chasqueó sus dedos y un trueno azul cayó dándole de lleno a Lin, que salió disparada. La inquisidora se confió y se acercó lentamente, dándole tiempo a Lin para poder curarse usando su magia en la medida de lo que pudo, pues aún seguía adolorida. 
[b]-¿CÓMO DIABLOS HAS SOBREVIVIDO A ESO?-[/b] Gritó Rosalinda, incrédula ante lo que sus ojos le mostraban. No importaba, acabaría con ella. [b]-Nunca quise usar esto en plena ciudad, pero no me dejas opción.-[/b] 

Una cantidad exorbitante de rayos azules emanaron de Rosalinda. Toda esa electricidad crepitante empezó a tomar la forma de un dragón, y Lin al ver aquello no iba a quedarse atrás. Convocó un tornado de enormes dimensiones que se arremolinaba serpenteante y formaba la figura de un gran dragón largo. Ambos dragones se contemplaron el uno al otro y clocaron en un estallido de energía sin precedentes, vendavales rugían y truenos retumbaban en una canción de lucha sin fin. Los tejados de los edificios cercanos salieron volando por los aires, y ambos elementos chocaron una y otra vez. Lin, rodeada por su corriente de aire, se impulsaba y le propinaba potentes patadas y puñetazos a su adversaria. Las artes marciales que estudió y practicó durante toda su vida le daban un claro dominio de la pelea, pero su rival no se quedó atrás. Golpeaba con la fuerza y la velocidad del rayo con potentes golpes y ganchos, e incluso imitaba las técnicas de su contrincante. En uno de estos choques ambas salieron rebotando contra la pared, para luego volverse a impulsar y acabar la pelea de un solo golpe final, el choque produjo una explosión tal que los fenómenos meteorológicos furibundos que desataron se dispersaron por completo. Ambas cayeron al suelo de rodillas, exhaustas. Sin embargo la pelea había superado con creces las capacidades de la inquisidora, quien flaqueó y cayó inconsciente. Lin aprovechó el momento y se arrastró como pudo hasta las murallas. Jamás olvidaría semejante humillación, que una extraña se apropiara de sus técnicas de lucha... estaba furiosa. De algún modo logró subir a lo alto de las murallas exteriores, usó sus últimas fuerzas para que una corriente la hiciera planear hacia un bosque cercano, cayó al suelo agotada. Rosalinda Würm... 

Rosalinda por su parte recuperó la consciencia pasadas un par de horas. Se encontraba sola en medio de la plaza, y pudo observar el desastre que la pelea había ocasionado. Examinó su cuerpo, estaba herida, tenía cortes y moratones, quizás varios huesos rotos. Escupió un poco de sangre y recordó su nombre: Zhughe-Lin. Formó una imagen mental en su cabeza, a decir verdad era un ejemplar poco común, fuerte y de belleza exótica. Quizás el destino quiso que encontrase la primera mancha en su historial con esa mujer, investigaría más sobre esa ropa que llevaba y sus movimientos y habilidades, por no hablar de sus armas. Sin embargo corría prisa de otro asunto, Rosalinda consideraba el combate como una forma de comunicación, y la forma de defenderse, el que teniendo ese poder no hubiera actuado antes,... Nada encajaba, en cuanto se recuperase tendría una charla con el juez. Se preguntaba si encontraría gracioso que le interrogasen...
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