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Tall el-Hammam es un sitio arqueológico situado al oriente del Valle del Jordán. Hace 3,600 años, sus habitantes experimentaron el impacto de una roca espacial que viajaba a más de 61,000 km/h. Al atravesar la atmósfera terrestre, la roca explotó para convertirse en una gigantesca bola de fuego. La explosión, a cuatro kilómetros de la superficie, liberó mil veces más energía que la bomba atómica detonada sobre Hiroshima
La destrucción de Tall el-Hammam. El destello cegó inmediatamente a los horrorizados habitantes. Posteriormente, la temperatura atmosférica alcanzó los 2,000 °C en un abrir y cerrar de ojos. Los objetos inflamables rápidamente se prendieron fuego. Mientras tanto, las piezas de barro, acero y cerámica empezaron a derretirse. Tall el-Hammam se convirtió en un montón de brasas en cuestión de segundos. Momentos después, la poderosa onda de choque barrió la ciudad. Alcanzando velocidades de 1,200 km/h, este fenómeno resultó mucho más violento que el peor tornado registrado por la humanidad. El mortal evento damnificó prácticamente todos los inmuebles de la ciudad. La construcción más grande, un palacio de cuatro niveles, se redujo 12 metros y todos los escombros terminaron en el valle adjunto. Aquel día, todos los seres vivos en Tall el-Hammam murieron, incluyendo a los 8 mil humanos que la habitaban.
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El infierno en la Tierra. Lo verdaderamente dantesco es que los cuerpos fueron despedazados y los huesos reducidos a pequeños fragmentos. Un minuto después de la hecatombe en Tall el-Hammam, la ciudad bíblica de Jericó, a 22 kilómetros, era alcanzada por los fuertes vientos. Las murallas de la ciudad no resistieron y el centro urbano quedó consumido por las llamas. Los párrafos anteriores parecen el guion una película apocalíptica de Hollywood. Sin embargo, aunque los eventos sucedieron hace miles de años, en este lugar próximo al Mar Muerto aún queda evidencia de la devastación.
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Investigación en Tall el-Hammam. Tras 15 años de excavaciones realizadas por cientos de personas, los científicos construyeron un amplio panorama del evento. A está reconstrucción también abonó el detallado análisis de materiales excavados por un equipo internacional de científicos. El pasado 20 de septiembre, el grupo interdisciplinario publicó la evidencia en la revista Scientific Reports. Entre geólogos, arqueólogos, geoquímicos, geomorfólogos, minerálogos, paleobotánicos, sedimentologos, médicos y especialistas en impacto cósmico conforman la lista de 21 autores. Al examinar las excavaciones de la ciudad en ruinas, los arqueólogos encontraron una capa oscura de aproximadamente 1.5 m de espesor. Este material era una mezcla de ceniza, carbón, ladrillos y cerámica derretida. Así surgió la hipótesis de que una poderosa tempestad de fuego devastó esta ciudad hace mucho tiempo. Los investigadores refirieron a esa franja de suelo negro como «capa de destrucción«. Reconstruyendo el impacto cósmico. Aparentemente, la devastación en Tall el-Hammam se originó a partir de un pequeño asteroide similar al que causó el evento de Tunguska, en Rusia. En 1908, la poderosa explosión en territorio ruso derribó más de 80 millones de árboles. Era una roca espacial mucho más pequeña que aquella de un kilómetro de ancho que provocó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años. Los investigadores tenían al probable responsable, solo necesitaban más pruebas de lo que sucedió aquel día en Tall el-Hammam. Y la investigación revelaría múltiple evidencia. Por ejemplo, la presencia de cuarzo de impacto en Tall el-Hammam. Estos granos de arena finamente fracturados solo se forman bajo una presión de 5 gigapascales. Imagina dos estatuas de la Libertad, de 200 toneladas cada una, apiladas sobre tu pulgar. En la capa de destrucción también se localizaron pequeños diamonoides que, como su nombre lo sugiere, poseen una dureza similar a la del diamante. Evidencia del impacto cósmico. Son estructuras microscópicas que, aparentemente, se formaron a partir de la madera y plantas de la zona debido a las altas presiones y temperaturas generadas por la explosión. Diversos experimentos en laboratorio, sugieren que la cerámica inflada y los ladrillos de barro encontrados en Tall el-Hammam alcanzaron temperaturas por encima de los 1,500°C. Son temperaturas tan extremas que un camión se derretiría en cuestión de minutos.
Entre la capa de destrucción también localizaron pequeñas esferas de material fundido, más pequeñas incluso que partículas de polvo suspendidas. Conocidas como esférulas, se formaron a partir de hierro vaporizado y arena derretida a más de 1,500°C. También identificaron salpicaduras de minúsculos granos metálicos sobre superficies de cerámica y vidrio derretido. Incluido el iridio, platino y silicato de circonio, con puntos difusión que van desde los 1,540°C a 2,466°C.